Editorial
Un futuro libre de malos humos
Dentro de dos meses, nuestra Comunitat -en el resto de España será a primeros de año- habrá dado un decisivo paso hacia adelante en la consecución de una sociedad más sana con la prohibición del tabaco en cualquier espacio cerrado de uso público, incluso bares y centros de trabajo. Es una noticia excelente que debemos acoger con enorme satisfacción, aunque, como suele ocurrir, aquí también hay algunos peros que ensombrecen la idea. La mayor pega de esta legislación estriba en que se pone en marcha con el viejo sistema de empezar la casa por el tejado. Porque a una sociedad a la que se ha invitado durante décadas a fumar y a disfrutar del tabaco y de todas sus connotaciones positivas -en publicidad, cine y ámbitos de ocio y diversión- no se le puede prohibir, de pronto, lo que ya se ha convertido en una adicción difícil de abandonar.
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