Balears ha sido una de las regiones que más inmigración ha
acogido a lo largo de los últimos cincuenta años, pasando de un
proceso histórico de salida de habitantes de las Islas hacia otras
tierras -Iberoamérica está llena de mallorquines, menorquines y
pitiusos que se instalaron allí para probar fortuna en las primeras
décadas del siglo pasado- a experimentar el fenómeno contrario. Ya
lo dicen los antropólogos, que la evolución del ser humano y de su
entorno es consecuencia de las migraciones y que de ellas está
hecha la historia.
Así que, siguiendo esa ley inapelable del péndulo, las cosas
vuelven a dar un giro y en la actualidad, de nuevo son los
habitantes de las Islas los que prefieren salir afuera a buscar su
futuro, aunque sigan viniendo a nuestra tierra personas de otros
lugares -ocupamos la tercera posición en el ránking, por detrás de
Madrid y Catalunya- y el balance todavía esté bastante
equilibrado.
Sin embargo, los datos proporcionan ejes de reflexión. Balears
goza de una economía saneada que aún atrae a inmigrantes de otras
comunidades autónomas y de otros países. ¿Por qué, entonces,
empieza a crecer la emigración hacia fuera? Hay que tener en cuenta
que el proceso empezó a tomar cuerpo a partir de 1997, momento que
coincide con el paulatino aumento de los precios de la vivienda y
también con la marcada llegada de inmigrantes extracomunitarios, lo
que ha cambiado notablemente el mapa social y laboral de nuestra
Comunitat. Tal vez estos hechos determinaron a algunas familias a
regresar a sus regiones de origen, una vez que hicieron las
Américas en Balears y pudieron volver a casa con el futuro más
claro. Eso y la expansión del negocio turístico balear hacia esas
regiones pueden explicar los hechos.
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