Hace sesenta años el mundo descubrió con horror los límites que
el ser humano es capaz de alcanzar cuando se trata de desarrollar
la inteligencia y la organización al servicio del miedo, del poder
y de la maldad. Aunque la humanidad pensaba que jamás podrían
superarse las cotas de horror habidas en la primera guerra mundial,
la realidad volvió a superarse a sí misma pariendo un engendro
imposible como fue Adolf Hitler y un momento histórico propicio que
permitió su ascensión a un poder absoluto, apoyado por millones de
ciudadanos.
Hoy miramos hacia atrás sin conseguir todavía procesar esa
información, digerir esas imágenes de millones de seres humanos
-muchos eran niños- convertidos en escoria por la locura fanática
de unos depravados.
El Gobierno español ha decidido convertir el 27 de enero en el
Día de la Memoria del Holocausto, una excelente idea que permitirá
a las generaciones más jóvenes adquirir consciencia de lo que sus
abuelos tuvieron que vivir. Porque entre esos millones de personas
aniquiladas por el nazismo -que hoy pervive en otros sitios, con
otros nombres y otros rostros- había seis mil españoles -de los
diez mil detenidos-, republicanos que sobrevivieron al horror de la
Guerra Civil y no pudieron salir con vida de los campos de
exterminio. Así que no es algo ni lejano ni ajeno. Es, al
contrario, algo que conviene tener bien presente para entender de
dónde venimos, cómo somos y, sobre todo, para tener muy claro que
el único camino posible es el del respeto a los otros, a las
diferencias, a las minorías. Nunca una lección de la historia como
ésta podrá ser más util. No hay que olvidar, pero hay que mirar
hacia adelante, siendo conscientes de lo que el pasado nos ha
dejado como herencia.
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