La inesperada aprobación a finales del año del Plan Ibarretxe en
el Parlamento vasco está dando más juego de lo previsto.
Prácticamente nadie en este país se guarda su opinión sobre el
asunto y en el ámbito político la cosa está que arde. La última tea
-por ahora- la ha encendido el secretario general de Esquerra
Republicana de Catalunya, un Joan Puigcercós que ha pasado a ser
uno de los protagonistas de la actualidad nacional contra todo
pronóstico. Y es que, por suerte o por desgracia, los ocho votos
con los que cuenta esta pequeña formación catalana en el Congreso
de los Diputados son fundamentales para la llegada a buen puerto de
los proyectos del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Y ERC, consciente de que tiene la sartén por el mango, ha
lanzado un ultimátum al presidente fuera de toda lógica. Le dice
que si no negocia el Plan Ibarretxe, le retirará su apoyo. A lo que
los socialistas ya han respondido que pueden conformar otras
mayorías.
Está claro que el presidente de un país de 43 millones de
habitantes no puede ni debe plegarse a las exigencias de un partido
que únicamente representa al 16 por ciento de los votantes de una
región. De ahí que Zapatero se haya mostrado sereno después de
recibir el reto.
No sabemos si puede estar realmente tranquilo, pero lo que sí es
cierto es que no debe inquietarse ante las posiciones más radicales
de grupos como ERC o PNV. Porque quizá, después de todo, si
terminase la legislatura antes de tiempo y de forma abrupta, la
convocatoria de unas nuevas elecciones podría favorecer al PSOE y
perjudicar a los nacionalistas. Eso nunca se sabe. Lo importante es
que prime el diálogo y la reflexión serena por parte de unos y
otros, de Gobierno vasco y central. Sólo así se salvaguardarán los
intereses de todos.
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