La muerte de un joven obrero de la construcción aplastado por una estructura de hormigón cuando trabajaba en una obra en Artà ha devuelto a la primera línea de la actualidad un asunto que, por desgracia, tiene una constante presencia en las páginas de los periódicos.

La seguridad es un asunto de todos y si no se consiguen mejores resultados es por falta de interés o de inversión. Como en todo, en esto también los resultados dependen en gran medida de la dotación económica con que se hagan las cosas.

En el caso concreto del accidente de Artà parece que las causas han sido técnicas y no tanto humanas -a falta de conclusiones en la investigación-, pero la estadística nos dice que aunque en lo que llevamos de año se ha reducido la incidencia de siniestralidad laboral en las Islas, los resultados han sido más graves. De hecho, diez personas han muerto en Balears en el primer semestre de 2004 por esta causa, cuando el año pasado fueron cuatro.

Los expertos apuntan que la precariedad laboral y la falta de interés suelen ser motivo de accidente, porque los empleados carecen de la experiencia suficiente o «se olvidan» de las medidas de seguridad. Por eso a pesar de los esfuerzos que muchos empresarios están realizando para promover la prevención en este ámbito, los resultados no son todo lo buenos que deberían.

Al final la realidad se impone con toda su crudeza y nos advierte de que cualquier empeño es poco. Hay que insistir en la necesidad -las sanciones por parte de las autoridades deberían ser ejemplares y las inspecciones, diarias- de dedicar esfuerzos humanos y económicos a hacer de nuestros puestos de trabajo lugares seguros.