La comisión de investigación del 11-M ha resucitado y esperemos
que esta vez la labor indagatoria arroje resultados más
satisfactorios que anteriormente. Periodísticamente, el dato más
llamativo de esta segunda etapa investigadora es que comparecerán
ante los comisionados el ex presidente del Gobierno, José María
Aznar -que gobernaba cuando ocurrieron los hechos- y su sucesor,
José Luis Rodríguez Zapatero, que tomó el poder poco después.
Sin embargo, a los ciudadanos de este país no les interesa tanto
el titular periodístico sino el fondo del asunto: es decir, quién,
cómo, cuándo, dónde y por qué. Y eso no será fácil de
esclarecer.
Lo que sí está empezando a quedar meridianamente claro es el
ínfimo nivel de profesionalidad de algunas de las autoridades que
se vieron implicadas en los acontecimientos preparatorios previos a
los atentados de Madrid. Por desgracia, parece que tan espantoso
crimen únicamente fue posible por una larga cadena de
incompetencias y de dejadez. Los asesinos del 11-M encontraron en
España el paraíso de la chapuza y quizá por eso eligieron Madrid y
no otra capital de cualquier otro país.
Ahora sabemos que hay altos cargos de la Guardia Civil que
recibieron informes alertando sobre el robo de explosivos -más de
mil kilos, nada menos- en un país especialmente sacudido por el
terrorismo y prefieren archivar el caso sin darle la menor
credibilidad. Y, lo que es peor todavía, esos altos cargos obtienen
ascensos.
Resulta inverosímil que hechos como éste puedan ocurrir sin que
nadie dé la voz de alerta. Y que haya tenido que ocurrir algo de la
envergadura del 11-M para que, por fin, empecemos a verle las
orejas al lobo.
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