El vallista ibicenco Felipe Vivancos debuta el martes en su primera cita olímpica, sin duda el momento más esperado de su vida. Llegará al estadio ateniense tras dos meses de total locura, en los que lo mismo consiguió revalidar con una enorme autoridad el título de campeón de España que veía anulado el récord nacional y privado, a su vez, de la marca que le daba paso a formar parte del combinado nacional de atletismo que representa a nuestro país en Grecia. Su paso por Vitoria puso en evidencia las enormes carencias que todavía padece nuestro atletismo. Los problemas de control electrónico impidieron homologar una marca histórica que el deportista logró batir tras meses de abnegado trabajo, la que precisamente le abría las puertas de Atenas, y le obligaron a un sobreesfuerzo adicional para lograr la mínima olímpica. El bochornoso incidente, sin embargo, no pareció afectar demasiado a la cúpula del atletismo español, que incapaz de garantizar en competiciones oficiales las marcas de sus deportistas se limitó a facilitar al ibicenco nuevas citas en las que conseguir el registro que le daba el pasaporte olímpico. Todo esto no es bueno, pero pese a ello Vivancos ha decidido mantener un talante abierto y optimista: es plenamente consciente de que en la más importante cita para un deportista cualquier leve alteración del programa de preparación o del calendario tiene consecuencias irremediablemente negativas. Es, a pesar de todo esto, un momento muy especial para las Pitiüses: tienen un representante en la mayor fiesta del mundo, un ejemplo positivo que la sociedad local no tiene muchas oportunidades de seguir en tan alto escenario. El martes los aficionados al mundo del deporte de las Pitiüses tienen que tomar nota del esfuerzo demostrado por uno de sus vecinos; estará entre los mejores del mundo y ha recorrido un largo y dificultoso camino, pero esto no ha servido sino para hacer aún más ejemplar su carrera.