Balears perdió hace veinte años una oportunidad única: contar con una residencia oficial para los jefes de Estado y de Gobierno que visitaran las Islas.

No se trata ahora de buscar culpables, ni siquiera de recuperar el tiempo perdido para «copiar» aquel proyecto tal como estaba. Lo que de verdad importa ahora es analizar la nueva situación, adaptarse a la realidad y dar salida a una propuesta en la que están trabajando (lamentablemente por separado) el PP y el PSOE de Menorca y en la que deberían trabajar conjuntamente, para no caer en los errores del pasado, las diferentes Administraciones por encima de sus colores políticos.

Cuando José Luis Rodríguez Zapatero asumió hace algunos meses la presidencia del Gobierno, pocas personas podían imaginar que elegiría Menorca para sus vacaciones. Había quienes pensaban que como había sido la opción de Aznar, el nuevo inquilino de La Moncloa buscaría otros destinos.

A la impagable presencia de la Familia Real en Mallorca, hay que añadir la del presidente en Menorca. Si observamos, además, que este año Eivissa ha acogido al anterior presidente, no cabe duda de la importancia de Balears en los veranos de España.

Pónganse todos a trabajar y búsquense fórmulas para que las Islas dispongan de una residencia para el presidente del Gobierno. Eso evitaría, además, la polémica anual sobre si las casas elegidas cumplen la disciplina urbanística. Menorca parece una excelente opción, entre otros motivos porque tanto Zapatero como antes Aznar la eligieron. Saldría ganando Menorca, pero también Balears. Lógicamente, nada debe hacerse sin contar con el Gobierno central ni a espaldas del Govern. Asuntos como éste también muestran la talla de los gobernantes.