Ser homosexual está perseguido y castigado en más de setenta países del mundo. Una barbaridad que pocas veces tenemos en cuenta en una sociedad que, queriendo o sin querer, sigue haciendo de ellos objeto de mofa, cuando no se les critica abiertamente llegando a apelativos tan fuertes como el utilizado por el obispo de Ferrol, que les considera «una aberración». Al final, ésta es una manifestación más del machismo predominante en nuestro entorno y del que tantos efectos terribles estamos viendo a diario. Ser homosexual, hoy en día, no es más que elegir libremente una opción sexual, sin más. No tiene ningún efecto secundario, al menos ninguno más que cualquiera de las otras opciones sexuales que muchos insisten en considerar más normales o más aceptables.
Editorial
Un debate necesario en nuestra sociedad
30/06/04 0:00
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