La Administración norteamericana cumplió con una de las
previsiones al traspasar la soberanía al Gobierno provisional
iraquí, si bien lo hizo dos días antes de la fecha que se había
anunciado por razones de seguridad. Esto no significa que las
tropas de los Estados Unidos vayan a abandonar el país, incluso se
apunta a que los efectivos se incrementarán sensiblemente. De
hecho, Irak requiere aún de la colaboración internacional para
rehacer su Ejército y contar con unas fuerzas capaces de garantizar
la seguridad. Por tanto, el traspaso, con ser un paso importante
que debía darse necesariamente para normalizar la situación, tiene
una gran carga simbólica.
Con una entrevista entre Paul Bremer, administrador civil
norteamericano, y el primer ministro Iyad Alaui se ponía fin
teórico a la dominación estadounidense que, a partir de estos
momentos, contará con una gran embajada, encabezada por John
Negroponte, destinada al control diplomático de la zona.
El futuro, pese a todo, aún se presenta incierto, pues la
violencia es una constante en Irak desde que finalizara la
contienda. Sin embargo, la población iraquí expresaba su esperanza
y mostraba su moderada satisfacción por el traspaso de poderes.
Alaui pidió ayer unidad para luchar contra el terrorismo, sin
duda el principal problema al que habrá de hacer frente, pero no el
único. Aunque su Gobierno es transitorio y se han anunciado
elecciones democráticas para el próximo mes de enero, sobre la mesa
tiene también levantar a un Estado que ha sido víctima de sus
gobernantes y de varias guerras en un corto espacio de tiempo.
Naturalmente, para ello será preciso que la comunidad internacional
lime asperezas y alcance puntos de encuentro para arrimar el
hombro.
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