Las Pitiüses tienen la enorme suerte de poder vivir de sus encantos. Esta es la base del turismo y la razón por la que cada año millones de personas cruzan miles de kilómetros para tenderse al sol y bañarse en sus calas y playas. Es un negocio fenomenal, en cuanto a la calidad de vida que ofrece a la población y a la rentabilidad de los distintos negocios que proliferan a su alrededor, una situación que rincones de todo el planeta soñarían con poder ofrecer en un marco de estabilidad y, sobre todo, de seguridad. Por eso cuando comienza la temporada turística se marca la hora de la verdad, cuando hay que demostrar que el hecho de que somos parte de la Europa más desarrollada es una garantía para aquellos que nos visitan y un aval de cara al futuro de la industria local. Es algo que requiere una inversión económica que no hay que escatimar si se quiere que el negocio siga fluyendo hacia el futuro. El sistema de seguridad en las playas comenzó ayer su andadura con mejoras evidentes en cuando a dotación y disposición del equipo humano, un progreso muy necesario ante la gravedad de lo que hay en juego: vidas humanas. El progreso logrado en los últimos años es reseñable gracias al empeño tanto de las instituciones insulares y locales como de la propia Cruz Roja y es un ejemplo a seguir en otros ámbitos que también requieren de una claridad de ideas y de un generoso ofrecimiento desde todos los ámbitos. Así, podríamos hablar de limpieza, pero también de seguridad ciudadana, aspectos que no sólo de cara al exterior, sino fundamentalmente hacia nosotros mismos, tenemos en el punto de mira. Quien vive de su aspecto y de su fama tiene que ser extremadamente cuidadoso para que lo conseguido a lo largo de muchos años no se evapore con el calor que provoca el desgaste. Se hace cosas buenas, pero aún quedan muchas por materializar.