La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE), que acoge a treinta países, ha elaborado su tradicional
informe sobre las perspectivas económicas y en lo que concierne a
nosotros el dato más llamativo ha sido esa voz de alerta sobre la
posibilidad de que a medio plazo se produzca en España una caída
brutal del precio de la vivienda.
La idea es ciertamente improbable, casi imposible, pero su sola
mención provoca preocupación a cualquiera. Imaginemos que en la
situación en la que estamos, con hipotecas muy abultadas a
larguísimo plazo, se produjera ese bajón de precios. Ello significa
que tendríamos que seguir pagando al banco -la amortización y los
intereses- por un bien que ya no vale lo mismo que aseguraba la
tasación inicial. O sea, que la mayoría de nosotros sufriríamos una
clarísima pérdida de riqueza patrimonial.
Una perspectiva así es casi impensable, aunque todos los
expertos coinciden en señalar que, de producirse la anunciada
subida de tipos de interés para el año que viene -que en cualquier
caso parece que va a ser ligera, en torno al cuarto de punto-, sí
que se traduciría en una ralentización en el ritmo de la subida de
los precios.
Pero eso no significa una pérdida de su valor, especialmente
porque se prevé que la demanda se sostenga elevada gracias al
acceso de jóvenes al mercado inmobiliario, a la inmigración, a la
cada vez mayor tasa de separaciones y divorcios, al crecimiento de
las segundas residencias y al mantenimiento del sector como fuente
de inversiones.
Con todo ello, nada hace pensar, y menos ahora que la economía
mundial parece reactivarse con energía, en la posibilidad apuntada
por la OCDE.
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