Los sindicatos han levantado la voz de alarma ante el
preocupante aumento de la precariedad laboral en las Islas, pues
aseguran que la temporalidad afecta ya a más del cuarenta por
ciento de los trabajadores en Balears. Una cifra que supera con
mucho a la media española por la particular configuración del
mercado laboral turístico.
Así las cosas, esos casi cincuenta mil trabajadores fijos
discontinuos del turismo balear ven peligrar sus condiciones para
acceder al subsidio del desempleo cuando la temporada termina y, a
la larga, a una pensión digna, por no haber cotizado lo que exige
la ley.
La situación no es fácil, pero tampoco lo es darle una solución
satisfactoria para todas las partes. Porque a nadie se le escapa
que ningún empresario querrá mantener abierto su negocio, con la
plantilla en pleno, cuando los turistas brillan por su ausencia, en
plena temporada baja.
Desde el Govern abogan por prolongar la temporada turística,
cosa nada fácil, como lo demuestran los años que llevamos hablando
de ello sin resultados palpables. Sólo un enfoque radicalmente
distinto de lo que se ha hecho hasta ahora podría funcionar. Es un
hecho que millones de personas visitan Londres, Amsterdam, Nueva
York o París en cualquier época del año, cuando el clima de todos
esos lugares es terrible. Pero sus atractivos culturales,
comerciales, históricos y urbanísticos superan en mucho a sus
inconvenientes.
Esto es lo que falla en Balears. Que no hemos sabido valorar,
conservar y promocionar nuestra riqueza histórica y patrimonial, al
margen de las playas. Iniciativas como la puesta en marcha del
Museu Es Baluard contribuirán a llenar ese vacío que debe abordarse
con seriedad de una vez por todas.
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