Zapatero exige a Mariano Rajoy que explique sus mentiras sobre
Irak, cuando el que tendría que dar explicaciones debe ser Aznar,
todavía presidente del Gobierno y único responsable de que España
haya participado en la contienda y posterior posguerra. Al tiempo,
Bush y Blair se muestran dispuestos a investigar si sus servicios
de información abultaron los informes sobre las ya tristemente
famosas armas de destrucción masiva que nunca existieron.
En realidad ahora poco importa quién metió la pata, porque el
daño está hecho. Aznar asegura que decidió entrar en la guerra
basándose en las resoluciones de la ONU y en el deseo de un mundo
mejor. Sin duda hoy el mundo es un poco mejor porque uno de sus
tiranos, Sadam Husein, está preso. Pero poco consuelo será para las
miles de víctimas -españoles incluidos- que quizá opinen que había
otros modos y maneras de detener a un delincuente de altos vuelos
como era Sadam.
El caso es que hoy todo son dudas. A pocos les sorprende, puesto
que los inspectores de la ONU pasaron una década en el país
buscando lo que nunca se ha encontrado y era difícil de creer que
los expertos americanos lo lograrían en apenas unas semanas.
Ante la evidencia, lo mismo Bush que Blair han admitido la
posibilidad de que se hayan producido errores. Algo que nunca
admitirá Aznar, y menos en pleno proceso electoral.
Quienes todavía defienden la guerra alegan que se hizo con fines
humanitarios, para librar al pueblo iraquí de la cruel dictadura de
Husein. Si así fue, ¿por qué no utilizaron esa bella excusa desde
el principio? Quizá de ese modo no habrían tenido que escudarse en
una mentira que cada día se va haciendo más visible y más
problemática para quienes la sostuvieron.
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