No hay perspectiva que no ponga en evidencia la forma en la que se ha afrontado la puesta en marcha el servicio público de las conexiones aéreas interislas. Ahora, el dato de que una compañía alemana, Air Berlin, disponga de tarifas mucho más económicas en las conexiones Eivissa-Palma que las establecidas por el Gobierno vuelve a levantar la polémica puesto que se suponía que esta declaración iba a solucionar definitivamente una vieja reclamación de precios y frecuencias racionales. Pero no es así. Como ha quedado ya demostrado, los precios oficiales de las interconexiones no satisfacen al consumidor porque no tienen grandes diferencias con los que anteriormente estaban establecidos y porque, además, cualquier cliente un poco avezado podía disfrutar de unas ventajas que la disposición legal ha cercenado. El principal problema no es, sin embargo, este caso, que puede acabar siendo anecdótico si se compara con lo que puede suponer el servicio público en las conexiones con la península que también el Gobierno se ha comprometido a implantar, porque, si bien los vuelos interislas afectan, sobre todo, a viajeros con intereses fundamentalmente comerciales -los aviones se llenan de representantes de empresas que tienen en Palma su sede pero que tienen intereses en todas las islas-, los otros afectan a las familias y a la economía familiar al tener Balears -y aún más Eivissa- una enorme población procedente de otros lugares de la geografía española. De ahí la importancia de que esto salga bien y de que preocupe tanto que lo de los interislas haya quedado tan en evidencia. Cuando llegue el momento de afrontar precios y frecuencias de los Eivissa-Madrid, Eivissa-Barcelona o Eivissa-Valencia, cualquier fisura provocará una enorme insatisfacción de la ciudadanía. Es hora de recapitular y de apostar por un sistema más lineal, justo y generoso que el que se ha seguido hasta el momento.