Hay todo tipo de opiniones a propósito de la decisión de Jaume Matas, futuro presidente del Govern balear, de retirar la ecotasa tan pronto alcance a entrar en su despacho del Consolat de la Mar, sede del ejecutivo autónomo. Será un tremendo golpe de efecto y un guiño definitivo a touroperadores y sector turístico, pero también, reconozcámoslo, la pérdida de una inmensa fuente de ingresos para una comunidad autónoma aún necesitada de arreglos y cambios drásticos en muchas de sus estructuras.

Por eso sería justo que, paralelamente a la revocación del impuesto que propugna el Partido Popular a partir de la victoria electoral del pasado domingo, se establecieran otro tipo de medidas destinadas a proveer de fondos un plan integral de mejoras, tal y como precisamente reivindicaban cuando estaban en la oposición y se tramitaba la controvertida tasa.

La razón es sencilla:a nadie se le escapa que la intensa progresión de la industria turística sufrida o disfrutada en las últimas dos décadas ha alterado enormemente el equilibrio estructural, natural y -por qué no decirlo también- social de las islas, lo que debe ser convenientemente corregido. El impuesto adolecía de multitud de carencias, pero disfrutaba al mismo tiempo de una enorme comprensión popular debido a lo bienintencionados que eran sus objetivos. Por eso no es ahora necesario dar marcha atrás con tanta alegría, cegados por las consecuencias de unos cuantos en relación a sus negocios, como para olvidar que los problemas que obligaron a una opción política a idear una medida de este tipo hayan desaparecido, ni mucho menos. La decisión está tomada, y responde a la lógica. Llega el momento, eso sí, de completarla con otra que consiga que nuestras islas continúen figurando entre los rincones más deseados por los ciudadanos, para garantizarnos la supervivencia de nuestra principal industria.