El atentado con varios coches bomba en Riad se saldó con 91 muertos y se habla del resurgir de Al Qaeda, organización terrorista que parecía haber interrumpido sus actividades tras la guerra de Afganistán. Sin embargo, a la conclusión de la guerra de Irak, resurge de nuevo el terror, y, como siempre, la barbarie se lleva por delante la vida de decenas de inocentes de una zona residencial.

Parece evidente que las intervenciones armadas de los Estados Unidos no han puesto fin a la violencia terrorista, principal objetivo de las actuaciones militares estadounidenses. Y es que de lo que se trata en la lucha contra el terrorismo es de acciones de carácter policial, pero también de orden jurídico, amén de la necesaria interconexión de las fuerzas de seguridad y de los tribunales de los países democráticos implicados en la lucha contra el terror.

Es precisamente en estos otros ámbitos en los que se notan en exceso las carencias de las medidas adoptadas tras aquel luctuoso 11 de septiembre que marcó para siempre la historia. Pero, por el momento, la Administración Bush ha llevado a cabo dos guerras sin que se haya puesto coto ni detenido ni a Sadam Husein ni a Osama Bin Laden.

Naturalmente, este tipo de atentados no puede desligarse en absoluto de la cuestión palestina, aunque afortunadamente parece que comienzan a darse pasos de cara a un futuro establecimiento de un Estado palestino en convivencia con el israelí. Cierto es que aún vivimos inmersos en radicalismos que ponen día tras día el proceso de paz de Oriente Medio contra las cuerdas. Y ésa es la peor noticia para quienes ansían la total erradicación de la violencia terrorista de los integristas islámicos.