El último comunicado de la banda terrorista ETA resulta cuando menos sorprendente, incluso podríamos calificarlo de casi esperpéntico. No es de recibo que quienes asesinan y coaccionan acusen a formaciones como el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Eusko Alkartasuna (EA) de convertir el Aberri Eguna (día de la patria vasca) en un «pic-nic abertzale». Como tampoco debería tomarse en consideración la afirmación de que el plan del lehendakari, Juan José Ibarretxe, de convertir Euskadi en un Estado asociado a España es «una celda de oro en la gran cárcel de los estados». Xabier Arzalluz respondió ayer a la primera de las aseveraciones asegurando que «será un gran día aquel en el que ETA celebre un pic-nic con el resto». La afirmación resulta cuando menos chocante si tenemos en cuenta que ETA no es más que una banda dedicada a matar que no ha depuesto las armas y que ha seguido extorsionando y presionando.

Como es evidente, no resulta nada fácil acabar con ciertos esquemas, y desde el PP y el PSOE se ha sacralizado la Constitución como algo casi inamovible, lo que ha provocado las lógicas tensiones con el PNV y, más en concreto, con el lehendakari, cuya propuesta apunta claramente a la independencia de Euskadi. Lo primero que hay que decir es que toda la legitimidad que le otorgan los votos y la elección democrática a Ibarretxe no la tienen en absoluto los iluminados de la banda ETA.

Pero si todavía queremos abundar más en el absurdo del comunicado, la independencia es lo que siempre han reivindicado los terroristas de ETA. Si nunca fueron justificables sus acciones por violentas, antidemocráticas y totalitarias, ahora aún lo son menos ante la carencia de los más mínimos argumentos.