Años atrás el goteo insufrible de muertes por accidente laboral
en las Islas provocó una alarma social considerable y las
autoridades actuaron con contundencia para frenar esta lacra.
Lamentablemente, no todo está hecho y el martes contemplamos
aturdidos cómo un joven trabajador perdía la vida aplastado por la
carga de una grúa en la obra en la que acababa de empezar a prestar
sus servicios.
Lo terrible de esta situación es que, aunque se han realizado
esfuerzos para atajar el problema, los entendidos aseguran que
accidentes como éste del martes podrían haberse evitado con algo
tan sencillo como cumplir a rajatabla las medidas de seguridad
previstas en las obras de construcción que, por desgracia, muchas
veces se olvidan.
Los sindicatos achacan la situación a la precariedad en el
empleo y al bajo nivel de formación con el que llegan algunos
trabajadores, lo que les lleva a cometer imprudencias por puro
desconocimiento. Es cierto que la veteranía ayuda en estos casos,
pero también lo es que toda empresa debe contar con supervisores
atentos y no dejar nada al azar en cuanto a seguridad en el trabajo
se refiere.
Ayer mismo, cuando volvió a registrarse un accidente laboral,
aunque de menor gravedad, la Conselleria de Treball, que estaba
satisfecha por la reducción en las alarmantes cifras que habíamos
tenido, acometió una nueva campaña de control de las obras de
construcción. Una medida eficaz sólo a medias, porque la seguridad
se afianza a diario y son los responsables de esas obras quienes
tienen que velar por ella, no ante el temor a una multa o una
sanción, sino por responsabilidad. Y la visita de un técnico o de
un político en estas circunstancias parece más electoralista que
otra cosa.
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