Decenas de miles de personas se manifestaron ayer en Madrid
protestando por la actuación del Gobierno ante la catástrofe
dePrestige, acontecida en el pasado mes de noviembre. Desde la
oposición, las críticas tampoco se han hecho esperar y el líder del
PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, ha pedido dimisiones. Pero, por
el momento, el presidente del Gobierno, José María Aznar, a su
regreso del rancho de Texas en el que se ha entrevistado con George
W. Bush, ha reaccionado con un ataque frontal contra la oposición,
acusando a Rodríguez Zapatero de falta de criterio y de
responsabilidad.
Aznar no parece haberse dado cuenta, o tal vez no quiera
hacerlo, de la caída que ha supuesto para su popularidad y la de su
partido la actuación del Ejecutivo en la crisis del naufragio del
petrolero. Y a ello hay que sumar, además, la posición en favor de
la Administración Bush en la crisis de Irak, radicalmente
enfrentada con la postura de la mayoría aplastante de la población
española.
En el primero de los casos, las cosas se hicieron rematadamente
mal desde el principio. Se reaccionó tarde y de forma
descoordinada. Miles de voluntarios han llevado a cabo una tarea
ímproba que aún hoy continúa, pero que, pese al enorme esfuerzo que
realizan, no es suficiente.
Dadas las circunstancias, no es el momento más oportuno para
limitarse a lanzar críticas a los oponentes. Abandonar la
displicencia y la altivez sería una buena medida y haría bien Aznar
en centrarse en gobernar el país con mayores dosis de diálogo y
consenso. Ello probablemente nos hubiera llevado a resolver mejor
la crisis dePrestige y sería fundamental ahora para afrontar la
delicada situación internacional que atravesamos.
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