Un año después de los trágicos acontecimientos de aquel 11 de
septiembre en el que los Estados Unidos se vieron sacudidos por la
violencia, el único criterio que parece regir su política hacia un
exterior del que le llegó el ataque, es el recurso a la violencia.
Norteamérica no ha aprendido la lección, la dura y cruel lección de
aquel día de septiembre en el que al despertar descubrió que pese a
su inmenso poderío, era vulnerable ante unos enemigos que la
odiaban.
Porque si nos preguntamos cuál ha sido su política desde
entonces y las consecuencias de la misma, la respuesta es tan
sencilla como decepcionante: transcurrido un año, USA continúa
inmersa en una lucha más que medianamente estéril contra un difuso
terrorismo, y por el camino de esa lucha ha logrado perder aliados
y reforzar un antiamericanismo como no se conocía desde los tiempos
de la guerra de Vietnam. En lugar de aceptar que la violencia
terrorista "bárbara y de imposible justificación" respondía a la
actuación desesperada de una parte del mundo que reducida a la
pobreza se siente discriminada en el reparto, Washington optó por
la acción militar y por alimentar un maniqueísmo inadmisible y
simplón.
Después de los atentados, la Administración estadounidense
propuso un presupuesto para el gasto militar que es superior al
presupuesto combinado de los otros 25 países del mundo que más
gastan en sus fuerzas armadas. Esa ha sido parte de su respuesta a
una lección no aprendida. ¿Qué ha conseguido con ello? Debilitar su
causa y menguar el caudal de solidaridad que le llegó desde medio
mundo a la vista del macabro espectáculo de unas Torres Gemelas y
un Pentágono ensangrentados. Se diría que Norteamérica ha
encontrado en el 11 de septiembre una coartada para reconstruir el
mundo y hacerlo aún más a su conveniencia. Y el empeño en atacar
Irak de forma prácticamente unilateral no es sino un reflejo de esa
equivocada política. Un año después, aquella frase que conoció
fortuna y que establecía un fraternal vínculo con la gran nación
herida, «todos somos americanos», ha perdido valor y sentido. Es
una lástima.
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