El Pacte de Progrés ha redactado un proyecto de ley de drogas que trata de regular las causas y consecuencias de la adicción a los estupefacientes, así como a los juegos de azar. Se trata de una buena noticia, por cuanto siempre es mejor saber a qué atenerse, especialmente cuando hablamos de menores de edad y de sanciones. En este sentido el proyecto endurece las condiciones de acceso al alcohol y al tabaco, haciéndose eco de viejas reivindicaciones, como la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas en la calle, y restringiendo al máximo la posibilidad de que las empresas productoras pongan publicidad en exteriores. Como curiosidad, hay que subrayar la exención de la que se beneficiarán los vinos con denominación de origen balear, que sí podrán promocionarse, estableciendo un claro trato discriminatorio para otros vinos de calidad de distintas regiones. La mayoría estará de acuerdo con medidas como éstas, plenas de lógica si queremos atajar un problema "alcoholismo, drogadicción y delincuencia generada como consecuencia" de dimensiones preocupantes. Más cuando se plantean innovaciones como la creación de un observatorio sobre drogas y de un coordinador que se encargará de cohesionar todas las actuaciones. Aunque por ahora el texto está en manos de quienes deberán a la postre llevarlo adelante, no estaría de más que se planteara el asunto de las drogas y las adicciones como un todo, no sólo basándose en la prevención, sino también en la rehabilitación. Porque está claro que el primer paso es salvar a los jóvenes "y no tan jóvenes" de caer en las redes de esas mafias que trafican con la salud, pero luego está el deber de asistir convenientemente a quienes ya se han visto envueltos en esas telas de araña del dolor y el abandono.