Barcelona está blindada y no son pocos los ciudadanos que han
mostrado su indignación por las medidas de seguridad adoptadas por
el Gobierno español para garantizar que ningún incidente perturbe
la cumbre del Consejo Europeo prevista para este fin de semana.
Lógicamente, el equipo de Aznar no puede permitir la posibilidad de
que se reproduzcan los disturbios que acabaron en Génova con la
muerte de un manifestante antiglobalización y por ello ha alejado
las protestas de la zona restringida a los visitantes de alto
rango.
En este encuentro se debaten cuestiones de importancia, como el
modelo europeo que queremos desarrollar. Aquí las divergencias son
enormes y las consecuencias de elegir uno u otro camino,
trascendentales. La derecha que representan Aznar y Berlusconi
"apoyados por el británico Tony Blair" optan decididamente por
mirarse en el espejo económico y social norteamericano. O sea, por
políticas de corte liberal que permiten una ágil creación de
empleo, aunque eso pueda conllevar el riesgo de dejar al margen
actuaciones de orden social absolutamente necesarias en la Europa
de hoy. El quid de la cuestión es si la Europa unida debe tener un
gobierno central fuerte o, por el contrario, los gobiernos de cada
país deben seguir decidiendo el destino de sus ciudadanos.
Probablemente no sea en Barcelona donde se establezca tan
crucial determinación, pero sí veremos qué opina cada uno y qué
peso tiene cada una de esas opiniones. El antaño todopoderoso eje
franco-alemán "partidarios del Estado del bienestar y las garantías
sociales" está debilitado y hoy quienes mandan son los partidarios
del mínimo intervencionismo estatal. Frente a ellos, también, miles
de manifestantes que defenderán los derechos adquiridos y un futuro
más digno para el tercer mundo.
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