El pasado jueves el Institut Balear de Sanejament (Ibasan) anunció una serie de inversiones millonarias en las depuradoras de las Pitiüses que tienen como finalidad acabar con el mal olor que desprenden estas instalaciones y adecuarlas a las necesidades y crecimiento de las zonas en las que están ubicadas. Transformar la estación de Sant Antoni, evitar vertidos en la de Eivissa, mejorar la desodorización de la de Formentera, una nueva estación de bombeo en Talamanca y un nuevo emisario en la planta de Sant Miquel son algunas de las actuaciones previstas con las que se pretende poner al día nuestras precarias instalaciones.

De un tiempo a esta parte, más bien desde que se instalaron estas estaciones en las Pitiüses, la palabra depuradora siempre ha estado ligada a la de problema. El hedor, el mal funcionamiento, los vertidos, las consiguientes protestas vecinales, son palabras y frases que acompañan a las depuradoras en los titulares de prensa y en las conversaciones de la calle. Ahora, una vez más, desde las instituciones se apuesta por una inversión millonaria para acabar con todos estos problemas ante la indiferencia ciudadana, que hastiada de tantas promesas y posibles soluciones ya se ha acostumbrado a vivir con este problema.

¿Llegará el día en que estas instalaciones tan necesarias para el funcionamiento de la sociedad dejen de dar problemas? Es la pregunta que no parece tener respuesta y en la que los políticos, sean del partido que sean, se afanan en buscarle una respuesta que satisfaga a los ciudadanos. Es obvio que hacen falta depuradoras, pero ¿a qué precio?. Es de esperar que los arreglos en las plantas pitiusas que se acaban de anunciar permitan el buen funcionamiento de las mismas y acaben con un problema que afecta a centenares de ciudadanos de las Pitiüses.