Los próximos días 14 y 15 del mes en curso, los líderes europeos
se reunirán en Bruselas para dar el definitivo visto bueno a la
denominada «euroorden», una futura disposición que ha resultado
polémica desde el momento en que se empezó a pensar en su
articulación. Se trata, en términos esenciales, de llegar a un
acuerdo global sobre la orden europea de arresto, la definición de
terrorismo, la armonización de sanciones contra este delito, y el
presunto carácter retroactivo de estas leyes antiterroristas.
Las discrepancias se han centrado desde el principio, tanto en
la «amplitud» de la euroorden, como en la retroactividad de la
misma, si nos referimos a lo ocurrido en el seno de Los Quince, ya
que, fuera de él, diversas organizaciones de derechos humanos,
políticas y sindicales, extienden sus objeciones a otros aspectos
que guardan relación con el refuerzo del aparato represivo que
supondrá la entrada en vigor de la misma. Básicamente, la euroorden
determinará que una decisión judicial en cualquier Estado será
válida en toda la UE y conllevará extradiciones automáticas, y que
será aplicable a una lista de 30 delitos, que van desde el
terrorismo a la trata de seres humanos, pasando por la estafa, la
corrupción o el fraude. Tan amplio espectro ha encontrado la
oposición frontal de países como Italia, que desea que la nueva
norma se aplique tan sólo a seis delitos "entre los que no figuran
ni el fraude ni la corrupción", entre otras razones porque ello
podría afectar a altos cargos de su Gobierno, empezando por el
propio Berlusconi.
En cuanto a la retroactividad, Francia y Dinamarca proponen
limitarla, ponerle plazo, contrariamente a la actitud de la mayoría
de los países, que sugieren que no tenga límite alguno. En suma,
estamos ante un texto legal discutido y discutible, que da una vez
más idea de la endeblez de una Europa en la que cuentan más los
intereses privados y nacionales que el proyecto común. Y es
lamentable que, a estas alturas, el perfil de una Europa vacía de
contenido, salvo en lo económico, continúe cobrando fuerza.
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