Al Pacte de Progrés se le complican las cosas. En su decidida
apuesta por competir con la política urbanística restrictiva del
Consell Insular de Mallorca, el Govern parece haberse precipitado a
la hora de promover su propia moratoria, pues no contaba con un
detalle legal que se verá obligado a cumplimentar. Y para hacerlo
necesita nada menos que la colaboración activa de Unió Mallorquina,
que en estas cuestiones no parece estar muy por la labor.
Y es que una modificación de la Ley de Ordenación del Territorio
tiene que pasar por el Parlament y ahí es donde el Govern puede
encontrarse con el talón de Aquiles de UM. El fondo del asunto es
de la máxima importancia, pues estamos tratando el futuro de
Balears, el modelo de Isla que queremos, el ritmo de crecimiento
que podremos soportar y los sacrificios que estaremos dispuestos a
realizar a cambio de restringir la construcción, la población y,
consecuentemente, el actual boom económico.
No es algo baladí, está claro, pero los políticos suelen
aprovechar estas cuestiones de calado social y económico para
anotarse tantos a su favor, como si estuvieran en una carrera que
quieren ganar a toda costa. Por eso choca la actitud del Govern,
que ha querido competir con el Consell de Mallorca sin ni siquiera
medir las consecuencias de sus decisiones. Pues, al parecer, ignora
o bien hace caso omiso de un trámite parlamentario que es preciso
superar.
La ciudadanía tiene clarísimo que este Archipiélago no da cabida
a más bosques de grúas, que nuestros pequeños tesoros paisajísticos
necesitan cierta protección, especialmente en la costa "aunque en
la mayoría de los casos ya es demasiado tarde" y, por ende, exige
seriedad, un proyecto concreto, consensuado por todos los partidos,
con vocación de futuro. Y no la improvisación que nos ofrecen
hoy.
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