El eterno problema de la insularidad parecía haber encontrado
visos de solución "al menos en parte" gracias a la aprobación del
Régimen Especial de Baleares, que prevé ayudas por valor de 600
millones de pesetas para que las empresas de las Islas puedan
aligerar sus enormes gastos de transporte de mercancías y competir
así, en igualdad de condiciones, con las compañías de la Península.
Sin embargo la primera decepción para el empresariado balear llegó
con el enorme retraso que se produjo en la aprobación del texto. Y
ahora la segunda "y quizá más grande aún" llega con una tramitación
tan complicada que nadie parece ser capaz de seguir
correctamente.
Ocurre que nuestros gobernantes, tan aficionados ellos a basarse
en las experiencias de otras regiones y países a la hora de
redactar los textos legales, han calcado el régimen especial de
Canarias para aplicarlo a nuestras Islas.
Las empresas implicadas en esta cuestión han presentado a la
Administración sus correspondientes facturas de transporte para
poder acceder a las ayudas previstas. La plantilla que debe hacer
frente al estudio de los expedientes apenas da abasto para acometer
la tarea ingente de examinar hasta cinco mil facturas por empresa.
Y se han presentado 657 solicitudes. Finalmente sólo han pasado el
listón dos de ellas, correspondientes a una misma empresa textil
ibicenca.
Así las cosas parece imposible dar un paso hacia adelante. Por
un lado la Administración propone unas condiciones casi imposibles
y, por otro, los empresarios baleares demuestran estar poco
acostumbrados a justificar sus movimientos con el detalle que
exigen las autoridades. De momento parece que la única solución al
atasco será pedir a Madrid que modifique tan estrictas condiciones,
algo que se hará esperar y quizá no se produzca nunca.
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