Tras una jornada ejemplar sin incidentes, la incógnita se desveló: el PP ha arrasado en España y se alza con una mayoría absoluta que bate cualquier récord anterior mientras el fracaso de la izquierda ya se ha cobrado la primera víctima: Joaquín Almunia ha presentado su dimisión irrevocable. En sus mejores tiempos Felipe González logró un diputado menos que los que anoche consiguió el PP; el triunfo ha sido aplastante y a pesar de ello, nada más conocerse el éxito de la derecha, sus líderes prometieron mantener una política dialogante y tendente al consenso con las demás fuerzas para llevar a buen puerto los ocho acuerdos nacionales que Aznar propuso durante la campaña.

Sin duda el empujón del PP viene avalado por sus éxitos en materia económica y por haber sabido ofrecer una imagen de cierto centrismo. Quizá los jóvenes que votaban en esta ocasión por primera vez, que cumplían catorce años cuando en 1996 el PP llegó al poder, han inclinado también la balanza hacia el partido conservador tranquilizados por la buena marcha de la economía y el sosiego de la vida política.

Como contrapartida, el 'pacto a la balear' propugnado por PSOE e IU para levantar a las izquierdas de este país se ha mostrado incapaz de movilizar al voto progresista, que, al parecer, ha decidido quedarse en casa, pues la participación se ha limitado a un escueto 55 por ciento. Los nacionalistas "CiU se mantiene y PNV sube" no serán ya necesarios para la gobernabilidad, lo que puede derivar en una actitud de prepotencia del PP a la hora de imponer sus tesis en el Parlamento. Es de esperar que no lleguen a 'morir de éxito', como le ocurrió a González, y sepan mantener la moderación de que han hecho gala y la promesa de diálogo, evitando caer en un nefasto centralismo. Por lo que respecta a la histórica victoria popular en Balears, habrá que analizar cómo afectan estos resultados al Pacte de Progrés. Y UM deberá reflexionar sobre el descalabro de la izquierda en las Islas.