El Govern balear continúa debatiendo cómo conseguirá cobrar una tasa turística con la que afrontar medidas medioambientales que compensen la exposición del medio ambiente a la afluencia anual de visitantes. Según los avances publicados por los distintos medios de comunicación, la tasa podría ser cobrada por los hoteles, el aeropuerto, las agencias de viajes, alquileres de coche o los turoperadores, todos parte de la industria turística ajenos, y en muchos casos muy alejados ideológicamente, a la institución recaudadora. Por lo visto hasta ahora, no existe una fórmula sencilla de obtener más recursos, aunque sí una sensación general en los ciudadanos de Balears de que el Govern ha dejado que su afán recaudador domine a su sentido común, comunicando una medida que cuenta con numerosas trabas sin tener resuelta su materialización. Existe, además, el cuestionamiento de la necesidad de un impuesto específico que grave el turismo simplemente por el hecho de ser turismo. Además, tal y como ha sido presentado hasta ahora, parece como si el mantenimiento de la naturaleza de las Islas dependiera exclusivamente de la creación de la ecotasa y eso supone una postura demagógica que no todo el mundo comparte. En todo caso, ¿por qué alguien de Alemania o Aragón debe destinar una cantidad específica de su presupuesto de vacaciones a reparar una naturaleza que sufre en mayor medida los efectos de los propios residentes? ¿No se está cobrando dos veces por una única estancia si el alojamiento, particular o turístico, ya paga los cánones e impuestos estipulados? También habría que preguntarse si es ésta la única manera de que la Comunitat Autònoma destine una parte de sus nutridas arcas a la preservación del medio ambiente, mientras mantiene partidas generosas en otros capítulos menos vitales y urgentes. Son respuestas que, de momento, no han obtenido respuestas sensatas.