Los jóvenes de Balears son "junto con los del País Vasco" los
que más, y más temprano, consumen drogas. El dato, a secas, es
preocupante, pues nuestro futuro dependerá de su preparación, de su
formación y de sus aspiraciones. Pero lo es mucho más si tenemos en
cuenta que nuestras Islas componen una comunidad rica, la más rica
de España, y por tanto alejada de problemas reales como el paro, la
pobreza generalizada, el desencanto social por la falta de
perspectivas económicas. Porque tal vez podría comprenderse mejor
un comportamiento así "el de chicos y chicas de 15 a 24 años que se
lanzan al consumo de drogas, alcohol y tabaco" en el caso de una
sociedad fracasada, sin ilusiones de futuro o que ha padecido una
fortísima crisis económica "como ha ocurrido en Euskadi".
Pero aquí no ocurre nada de eso. Más bien lo contrario. Balears
se identifica frecuentemente con un ambiente festivo y veraniego y
la oferta de bares, discotecas y locales de ocio es enorme. Cabe
pensar, por tanto, que también serán abundantes las oportunidades
para encontrar esos productos ilegales que, sin embargo, están en
el mercado negro al alcance de cualquiera.
Estamos, pues, ante un problema lacerante y de difícil solución,
puesto que la riqueza a la que se han acostumbrado estos chicos
desde que han nacido les hace ver la vida desde una perspectiva
falsa, fácil, de puro disfrute, de aquí y ahora, sin tener en
cuenta las dificultades que la realidad entraña.
Por eso la única vía abordable "en lo público y en lo privado"
para atajar estas situaciones está en la educación, en la ingente
tarea de hacer ver a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes
que el mundo real también está ahí, y que incluso una sociedad como
la nuestra tiene su lado oscuro.
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