Con la llegada del nuevo Govern parece haberse recrudecido una de las polémicas más absurdas y gratuitas que venimos padeciendo los ciudadanos de esta tierra que nos preocupamos por la Naturaleza. Nos referimos a la discusión "las más de las veces bizantina" que enfrenta al sector de la Administración que tiene a su cargo el medio ambiente, con el colectivo, el importantísimo colectivo, de cazadores de las islas. Para cualquier persona medianamente sensata "radicales abstenerse" hace ya tiempo que está claro que los intereses de la caza y los relativos a la conservación del entorno, marchan juntos.

Algo tan sencillo no es, lamentablemente, entendido aún por algunos que parecen empeñados en enfrentarlos. Y nos hemos de referir aquí, tanto a sectores permeabilizados por un ecologismo tan exaltado como estéril, como a círculos selectivamente caducos y de dudosa utilidad teórica próximos a la propia Federación de Caza y su presidencia. No constituye, a estas alturas, ningún secreto el proclamar la inoperancia que para la defensa de los derechos de los cazadores baleares ha supuesto durante la última década una Federación, cuyo quehacer cabría inscribir en la categoría de lo irrelevante. Cautiva de sus propias servidumbres la presidencia de la Federación de Caza no ha hecho sino atender a intereses muy concretos que raramente guardaban relación con las legítimas aspiraciones de la legión de cazadores insulares.

No es, pues, ahora la más caracterizada para levantar la voz y entrar en polémicas con la nueva Administración. Hora sería de que desde la Conselleria de Medi Ambient se empezara a buscar interlocutores válidos, ajenos a esta especie de semimafia que lleva ya demasiado tiempo rigiendo los destinos de la caza en las islas. De hacerse así, tal vez la autoridad competente llegara a ver con claridad que la caza, lejos de entrañar una práctica perniciosa, equivale a un eslabón más en la cadena que persigue la conservación del entorno.