E l anuncio del presidente indonesio, Yusuf Habibie, de la aceptación por parte de su Gobierno de la presencia en Timor Oriental de una fuerza de paz internacional ha originado las lógicas esperanzas en todo el mundo, aunque siempre rodeadas de toda cautela. No se puede olvidar que la violencia desatada en aquella región fue alentada desde Yakarta, en clara oposición a las aspiraciones independentistas de los timorenses.

En este punto, nadie puede dudar de la clara influencia en el cambio de postura del Ejecutivo indonesio de la presión internacional, aunque también es posible, y cabe pensar en ello como uno de los motivos que pueden haber abocado a Habibie a este nuevo posicionamiento, que la difícil situación del Gobierno de Yakarta frente a los militares haya pesado y mucho para que se adopte esta decisión. Eso además de las declaraciones efectuadas por el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, instando a poner fin a la violencia en Timor, aunque desde diversos sectores de EE UU se mantenían posturas contrarias a la intervención militar debido a los lazos que unen a ambos países.

Una vez más, la reacción de la comunidad internacional habrá sido tardía y, mientras tanto, se ha producido un auténtico baño de sangre y se han registrado casos flagrantes en contra de los más elementales derechos humanos. Sin embargo, Habibie, aceptando la intervención de una fuerza de pacificación, abre una puerta a la esperanza, siempre que el Ejército indonesio no reaccione de una forma inadecuada, posibilidad que debe ser tenida, en estos momentos, en cuenta. De todos modos, algo se ha conseguido, aunque habrá que ver cómo evolucionan los acontecimientos para ver si se puede reconducir la grave situación de Timor.