Por las informaciones que gotean de los diversos integrantes del
bloque que quiere pactar la nueva mayoría parlamentaria en Balears
y los gobiernos de Balears y Mallorca, se sabe que una de las
peticiones de Unió Mallorquina, y con la que parecen estar de
acuerdo no sólo el PSM sino los restantes grupos, es la de nutrir
de nuevas competencias y dotaciones económicas a los consells
insulars. Es una vieja aspiración de los nacionalistas
mallorquines, especialmente, y de aquellos partidos que tienen o
han tenido el poder en estas instituciones insulares. Parece normal
que así sea.
Es decir, es claro que quienes gobiernan pretendan hacerlo con
muchas competencias, lo que significa más área de poder y más
dinero para invertir con los consiguientes beneficios políticos y,
especialmente, electorales. Para muestra, basta el botón del
Consell Insular de Mallorca. Lo que ya no es tan claro es si el
reparto de competencias deba hacerse con un criterio subjetivo en
lugar de aplicar la objetividad y conseguir adecuar las necesidades
a las soluciones y éstas a los canales institucionales también más
adecuados.
Especialmente con la amenaza que se nos avecina: aumentar el
número de conselleries no a los temas que requieran una dedicación
especial, sino a los cargos con que premiar apoyos al nuevo Govern,
si es que lo preside el PSOE. El Estatut d'Autonomia rectificó una
limitación anterior y, ahora, podría permitir que hubiera un número
excesivo de carteras.
Ya sería el colmo que, a la vez que se va vaciando de contenido
un Govern insular, éste aumente las conselleries, la burocracia,
los gastos y los problemas de competencias institucionales. Pero
ésta es otra amenaza que se cierne gracias al pacto que ya parece
inevitable y que puede causar un auténtico estropicio.
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