Ayer, la lectura de la decisión de los lores jueces acerca del
caso Pinochet no produjo otra sorpresa que el seis a uno con que el
dictador chileno vio cómo se retiraba su inmunidad, confirmando,
por mayor margen de votos, la primera sentencia que los abogados
del senador vitalicio recurrieron.
El proceso ha confirmado que se ha producido con extremo respeto
a las leyes democráticas. Es decir, ante la mínima sospecha de que
uno de los lores que votaron contra la inmunidad en la anterior
sentencia pudo haber actuado influenciado por sus relaciones con
Amnistía Internacional, se aceptó el recurso de los abogados de
Pinochet y la sentencia fue anulada para reiniciarse el
proceso.
Ahora, la confirmación de los lores jueces ha sido más rotunda
pese a que se han reducido la mayor parte de las responsabilidades
del dictador. Concretamente, las anteriores a setiembre de 1988,
después de que Gran Bretaña se adhiriera al tratado internacional
contra la tortura. España, por tanto, si consigue la extradición de
Pinochet, no podrá juzgar al general, senador y dictador por todos
sus crímenes, pero sí por los suficientes para lograr una condena
que, en todo caso, será moral.
Ahora, sin embargo, el caso entra en un largo proceso si es que
el Gobierno británico, como es de esperar, accede a la extradición.
De cualquier modo, Pinochet ya sufre esta condena moral. Y,
mientras el mundo comentaba la sentencia contra el dictador, los
aviones de la OTAN volaban hacia Kosovo para iniciar su acción de
castigo contra el gran asesino Milosevic, tras apurar todos los
medios diplomáticos para evitar una guerra que ha resultado
inevitable. Excepto Rusia, que mantiene el tipo a base de oponerse
a todas las decisiones que lidera EE UU, ha habido unanimidad total
en la necesidad de una acción bélica que va a resultar muy
traumática.
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