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El imprevisible presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha declarado la guerra comercial a la Unión Europea, con la amenaza de la imposición de duros aranceles, y también ha castigado al Viejo continente ignorándolo en las negociaciones de paz de Ucrania. Sólo negocia con Vladímir Putin. Dos frentes, sin duda, que marcarán un punto de inflexión en la relación transatlántica, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha sido muy estrecha, desde el punto de vista comercial y también militar. La salida del Reino Unido de la UE, tras el Brexit, ya supuso un distanciamiento de la Casa Blanca hacia los europeos, habida cuenta de que Inglaterra era su principal aliado. No obstante, la vuelta al poder de Trump ha provocado un auténtico terremoto de consecuencias difíciles de aventurar. No cabe duda que la imposición de tasas e impuestos lastrará la economía de los países de la UE, que ya atraviesan una dura crisis económica tras los devastadores efectos de la pandemia. Pero también es previsible que las exportaciones norteamericanas se vean afectadas por aranceles similares. Es, en definitiva, una guerra inútil que no beneficia a nadie.

Ninguneados en Ucrania

También ha sido especialmente cruel la posición de Trump de ninguneo absoluto a sus socios europeos en las negociaciones de paz para Ucrania que se pueden entablar de forma inminente. El mandatario norteamericano mantiene una buena sintonía con Putin y parece olvidar que parte del esfuerzo bélico de estos tres años, para sostener a Kiev, corrió de parte de los europeos.

Firmeza y unión

Este clima que se puede convertir en irrespirable parece extenderse por el resto de países: Canadá, México y Panamá ya han sido amenazados. Trump está cumpliendo con el programa que detalló durante su campaña y está agitando el tablero geopolítico mundial. Ahora es el turno para Europa, que debe exhibir firmeza y una respuesta conjunta si quiere mantener con vida su proyecto. Ese es su gran reto.