Este periódico informaba en su edición del domingo que la plataforma Airbnb ha publicado el anuncio de una ‘casa rodante’ en Formentera para el próximo mes de enero que permite dormir en la parte trasera de un vehículo por 97 euros la noche. Con un descuento de 291 euros por estancia semanal, los ocupantes deberán abonar por 13 noches un total de 1.036 euros. Los propietarios de esta supuesta ‘casa rodante’ se han limitado a colocar una colchoneta en la parte trasera del vehículo.

Todo vale.
Este anuncio confirma que para Airbnb todo vale para ganar dinero. Durante todo el verano se han publicado escandalosos anuncios similares o incluso peores que la ‘casa rodante’ de Formentera. Por ejemplo, una tienda de campaña en el campamento ilegal de Can Raspalls a 41 euros la noche. En esta misma web se alquila también a partir de mayo una tienda de campaña en un camping de Santa Eulària por 140 euros la noche. Pese a que Airbnb ha manifestado su voluntad de colaborar para no difundir oferta turística ilegal, la realidad es que la plataforma sigue promocionando alojamientos que distan mucho de estar regulados.

Mano dura.
El tiempo y la experiencia han demostrado que solo mediante normas estrictas, como han sido adoptadas por otros destinos turísticos, permitirán acabar con estos abusos que se cometen gracias a la gran difusión que tiene Airbnb. Por ejemplo, ciudades como Nueva York solo permiten a Airbnb alquilar pisos turísticos por más de 30 días, lo que supone un filtro para evitar difundir alojamientos que, al margen de no estar regulados, no son tampoco dignos para que puedan dormir los turistas. Quizás ha llegado la hora de que desde las instituciones insulares o autonómicas se ponga coto a esta oferta tan negativa para la imagen de la isla con normativas como las que aplica Nueva York o incluso destinos donde publicar anuncios en Airbnb está prohibido. A pesar de haber sido amenazada con una multa millonaria por parte del Gobierno central, Airbnb ha demostrado sobradamente que solo le importa hacer caja, cueste lo que cueste, y sin importarle que los destinos turísticos ofrezcan una imagen respetable ante sus posibles visitantes. Queda claro que solo con mano dura se acabará con este tipo de abusos.