El actual es un escenario inimaginable hace sólo unas semanas, cuando Baleares registraba una de las tasas más bajas de contagios de todo el país. Los datos frente a la pandemia permitieron la apertura del mercado alemán y, de manera excepcional, el británico; nada hacía presagiar el desplome de un escenario que permitía albergar la recuperación económica tras un año y medio de crisis. En los pasados quince meses se han destruido miles de puestos de trabajo y desaparecido un gran número de empresas, esta temporada debía significar el principio y de la recuperación. Ahora todo vuelve a estar en peligro.
Datos desbocados.
Las Islas viven, sólo Formentera rompe la unanimidad, ese aumento casi exponencial en la cifra de contagios. La pandemia ha vuelto a desbocarse, en esta ocasión entre el segmento de la población más joven. Los índices de positividad se han triplicado y la presión sobre el sistema sanitaria empieza a ser preocupante. Los excelentes ritmos de vacunación que se estaban alcanzando, y que permitían tener el virus controlado, no han logrado neutralizar el impacto del comportamiento irresponsable de miles y miles de jóvenes en celebraciones, encuentros espontáneos, fiestas particulares, conciertos y botellones, a lo que hay que sumar el megabrote de los viajes de estudios en Mallorca. La total despreocupación en el cumplimiento de las mínimas normas de prevención de los asistentes han desencadenado esta explosión de contagios.
Esfuerzo de comunicación.
Poco queda por hacer respecto a unos hechos consumados, salvo evitar que se reproduzcan y que sean los progenitores quienes se involucren para poner freno a la falta de sentido común de los hijos. Las instituciones, por su parte, deben transmitir a nuestros mercados emisores que la frialdad estadística debe contrastarse con la importante vacunación alcanzada y el enorme músculo sanitario que, afortunadamente, dispone Baleares para ser un destino turístico seguro.