Nadie se hubiese imaginado que a mediados del mes de agosto Baleares tuviesen que dar por finalizada la temporada turística. Es lo que ha ocurrido tras la decisión del Gobierno alemán de recomendar a sus ciudadanos que no visiten las islas debido al alto número de contagios que se han registrado en los últimos días. Alemania sigue los pasos de Gran Bretaña, que decretó hace dos semanas una cuarentena obligatoria de 14 días para todos aquellos que regresasen de pasar unos días de vacaciones en España. Siendo Alemania y Gran Bretaña los principales emisores de turismo de las Pitiusas, las empresas turísticas pueden echar el cierre hasta el próximo año a la espera de que salga una vacuna que solucione la crisis sanitaria de cara al futuro.
Ha habido demasiada euforia.
Lo ocurrido debería invitarnos a reflexionar. Tras el levantamiento del estado de alarma se ha vivido un exceso de euforia entre los ciudadanos, que ha traído como consecuencia que se hayan disparado los infectados por coronavirus. No se ha tenido en cuenta la distancia social en muchos casos, pero lo peor es la imagen de improvisación de las comunidades autónomas, las mismas que reclamaban más protagonismo durante a la crisis y a la hora de la verdad no han sabido gestionar esta situación.
Sin plan económico alternativo.
Si las autonomías han improvisado en materia sanitaria, tampoco se percibe que tengan un plan económico para afrontar los próximos meses hasta la llegada nuevamente de turistas en 2021. Cuando el conseller de Turismo, Iago Negueruela, sale pidiendo corredores seguros con Alemania es una constatación de la frustración que existe en el Govern. Se podían reclamar corredores seguros cuando no había tantos infectados, pero ahora no. La situación ha desbordado por completo al Govern frente a un gobierno canario que, en cambio, puede ver con cierto optimismo el futuro turístico de los próximos meses. Convendría hacer un poco de autocrítica para no seguir cometiendo errores. Porque la situación es dramática.