Son los momentos de dificultad los que dan la medida de las personas. Igual ocurre con los políticos y más si tienen una responsabilidad institucional. La presidenta del Govern, Francina Armengol, se encuentra inmersa en la gestión de una crisis sanitaria y económica sin precedentes, un golpe a la sociedad balear brutal y con el añadido de las enormes incertidumbres que acarrea. Situaciones como la actual no figuran en los manuales, la improvisación es, por tanto, obligada. Sin embargo, hay un aspecto que es indispensable destacar: superar este cúmulo de adversidades requiere un plus de liderazgo social a nuestros dirigentes, el único que puede dar confianza a los ciudadanos.
Ideas claras y decisiones duras.
Aunque, como reconoce la propia presidenta, quedan por delante días o semanas muy duros, lo cierto es que el Govern ha logrado situar a Balears entre las primeras comunidades que adoptó serias medidas de contención contra la propagación del coronavirus, pese a que en el caso de la suspensión de las clases le faltaron reflejos, ya que no se decidió a suspenderlas hasta que el presidente del Gobierno lo decretó en todo el país. Cabe destacar, además, la insistencia de la presidenta en aislar Balears por vía aérea y marítima, una decisión que el Gobierno ha demorado por unas circunstancias que será preciso aclarar más adelante. El objetivo ahora es garantizar que se cumple el confinamiento de la población.
Planes de contingencia.
El comportamiento futuro de la epidemia es impredecible. La red sanitaria, tanto pública como privada, se prepara, pero hay problemas de abastecimiento de material en nuestros hospitales que deben resolverse con urgencia; otro reto inmediato para el Govern y su presidenta. Luego vendrá el momento de levantar de nuevo la economía; otra tarea que se adivina titánica. Evitar quedar abrumado por el desastre también forma parte del ejercicio del poder y en eso está Francina Armengol.