Las cadenas hoteleras de Balears, y en especial las mallorquinas, con importantes activos en Cuba mantienen su apuesta por la isla caribeña a pesar del boicot de Estados Unidos, donde la administración del presidente Donald Trump trata de agravar el cerco al régimen comunista. El lobby cubano en el exilio, radicado en Miami, sigue manteniendo sus exigencias de castigo a cualquier tipo de colaboracionismo con las autoridades cubanas reactivando la Ley Helms-Burton aprobada en 1996. Sin embargo, los empresarios de la Isla continúan viendo en Cuba importantes oportunidades de negocio, ahora y en el futuro. De hecho la planta hotelera continúa ampliándose.
Un entendimiento.
La presencia de las cadenas de las Islas en Cuba viene avalada con décadas de experiencia. Los hoteleros adivinaron la apertura del régimen castrista a la llegada de capital extranjero, que ofrecía importantes ventajas fiscales en la colaboración mutua. Desde entonces resulta evidente la comodidad en la que trabajan para aprovechar el extraordinario potencial turístico de Cuba, un destino de éxito en países como Canadá y Méjico, además de varios países europeos, entre ellos España. A pesar de los evidentes inconvenientes en materia de abastecimiento y las amenazas estadounidenses, el clima de confianza mutua no se ha roto. La estrategia de Trump, en este sentido, ha fracasado.
Apuesta de futuro.
Cuba está llamado a ser un destino turístico de primer orden a medio y larga plazo, una oportunidad que los hoteleros no están dispuestos a desperdiciar después de tantos años de implantación y con una oferta muy consolidada. El régimen cubano ha demostrado ser un socio leal mientras que el salto a los Estados Unidos no ha sido nunca un mercado atractivo para los empresarios de las Islas, por eso se ven con cierta despreocupación las amenazas del gigante americano.