Los resultados de las elecciones generales celebradas el pasado domingo no han despejado, al menos de manera inmediata, la incertidumbre derivada de la falta de mayorías claras. El socialista Pedro Sánchez deberá urdir muchas complicidades políticas para salvar su investidura, un proceso que requerirá el concurso de fuerzas independentistas o la colaboración del Partido Popular con su abstención. La estabilidad no parece que vaya a ser la divisa de la nueva legislatura. Estas complejas disyuntivas tienen un efecto directo sobre Balears, en especial porque las cuentas del Govern sufren el impacto directo de una parálisis institucional que como poco se prolongará hasta entrado el próximo año.
Proyectos aplazados.
La falta de interlocución con los ministerios es, sin duda, un lastre importante que se prolongará durante meses, con la dificultad añadida que puede suponer el cambio del titular y la renegociación de los acuerdos. En estos momentos, la firma de convenios es una fórmula más común para complementar la pésima financiación de nuestra autonomía. Hay, además, otro aspecto que preocupa, y con razón, al Govern. Se trata del retraso en el desarrollo del Régimen Especial de Balears (REB), una herramienta sobre la que se han depositado numerosas esperanzas para minimizar el impacto de la insularidad.
Presión sobre Sánchez.
La falta de interlocución con los ministerios es, sin duda, un lastre importante que se prolongará durante meses, con la dificultad añadida que puede suponer el cambio del titular y la renegociación de los acuerdos. En estos momentos, la firma de convenios es una fórmula más común para complementar la pésima financiación de nuestra autonomía. Hay, además, otro aspecto que preocupa, y con razón, al Govern. Se trata del retraso en el desarrollo del Régimen Especial de Balears (REB), una herramienta sobre la que se han depositado numerosas esperanzas para minimizar el impacto de la insularidad.