El anuncio ayer de la dimisión de la primera ministra británica, Theresa May, confirma su incapacidad para controlar el ala más dura del partido conservador en su búsqueda de una salida negociada de la Unión Europea. Los tres intentos han resultado fallidos y abre una etapa de pugnas internas para fijar un nuevo liderazgo entre los ‘torys', cuestión compleja puesto que si algo queda claro con la salida de May es que no cabe el consenso en la actual mayoría parlamentaria en lo que se refiere al brexit. Mientras, desde Bruselas se mantiene el plazo del 31 de octubre como fecha definitiva para su salida, en este caso sería expulsión de los órganos comunitarios; el escenario más adverso y peligroso para el sector turístico de Balears.
Preocupación.
Durante el Foro Preferente celebrado ayer en Palma, los representantes de las principales patronales del sector y destacados empresarios turísticos de las Islas reiteraron su deseo de que la dimisión de May facilite la convocatoria de un nuevo referéndum sobre el Brexit. La abrupta salida de un socio tan importante para la UE como es Gran Bretaña acarreará importantes dificultades para el resto de países integrantes, pero de una manera muy significativa para España. Baste el apunte de los casi cuatro millones de turistas británicos que cada año pasan sus vacaciones en Balears, las dificultades fronterizas y la previsible caída en la cotización de la libra esterlina son serios obstáculos a corto y medio plazo. La preocupación está más que justificada.
Interinidad prolongada.
Los conservadores han puesto en marcha un complejo proceso para encontrar un sucesor de May, algo que puede durar meses en los que se mantiene la interinidad gubernamental. Sin embargo, los plazos continúan y se apuran los tiempos para alcanzar un acuerdo en el que Balears, al igual que España, tiene mucho en juego. La posibilidad de una nueva consulta es más, ahora, un deseo que una realidad.
3 comentarios
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La morralla sobra.
Esto sólo afectará al turismo barato y de borrachera. Que por mi se pueden quedar en casa. El turista pudiente y educado podrá seguir pasando sus vacaciones aquí. El inglés necesita sol y playa.
De todos es sabido que el turismo britanico es un turismo de borrachera, sexo, drogas, alcohol y peleas y lo podemos ver cada año como se comportan en Sant Antoni de Portmany, el Salt, en Magalluf, en Calella, Salou, Gandia o Lloret de Mar. Solo les preocupa a los propietarios de los muchos establecimientos hoteleros que se hace millonarios con este tipo de turismo mientras el resto de residentes tenemos que "comernos" la mierda que dejan.