Los desplantes y desencuentros registrados durante la inauguración del Mobile World Congress en Barcelona han puesto de manifiesto el deterioro de las relaciones institucionales entre las máximas autoridades del Estado y de Cataluña. Cuando el conflicto catalán no ha obtenido aún una vía pactada e inteligente para su resolución, las discrepancias que manifiestan públicamente quienes deberían trabajar por esta salida aumentan la tensión y agudizan el desacuerdo. Carece de sentido, más allá de la pretensión de acaparar titulares, que el presidente de la Generalitat y la alcaldesa de Barcelona, Quim Torra y Ada Colau, respectivamente, se nieguen a participar en el saludo oficial de bienvenida a Felipe VI, que se desplazó a la Ciudad Condal para presidir este acto como jefe del Estado.

Manifestaciones improcedentes.
La apertura de un congreso internacional sobre las nuevas tecnologías de la comunicación tampoco es el escenario adecuado para que el Rey proclame la ‘solidez' del Estado, con alusiones al cuadragésimo aniversario de la Constitución, y que España es «una de las veinte democracias plenas reconocidas internacionalmente». De la misma manera, resulta extemporánea la reivindicación ante Felipe VI de «los valores republicanos» que formularon Quim Torra y Ada Colau.

Invitación a la sensatez.
Estas manifestaciones, en un encuentro del sector de telecomunicaciones, provocan perplejidad y sorpresa, especialmente entre los organizadores. John Hoffman, consejero delegado de GSMA, la entidad organizadora del congreso, desveló hace pocos días que, debido a la preocupación por la inestabilidad política en Catalunya, habían previsto la cancelación del evento y su traslado a dos posibles ubicaciones fuera de España. Advertencias de este calibre constituyen una seria invitación a recuperar la sensatez, abandonar posiciones radicales y abrir un diálogo que, con visión de futuro y sentido común, haga posible el encaje de Cataluña en España.