El Anuari de la Joventut presentado ayer ofrece un dato preocupante: el acceso regular al consumo de pornografía en Balears se inicia a partir de los 12 años. No cabe duda de que ésta no es la vía más adecuada para acceder a la educación sexual de nuestros jóvenes, cuyas consecuencias, como bien apuntan los expertos, todavía es una incógnita. Internet es una magnífica herramienta de comunicación y conocimiento, pero entraña unos peligros frente a los que es imprescindible arbitrar medidas de protección; y más cuando se trata de preadolescentes.
La accesibilidad.
El aspecto más alarmante de las conclusiones que ofrece el Anuari de la Joventut deriva de la facilidad con la que los jóvenes pueden acceder a la oferta de pornografía en las redes, cuyo consumo puede ser de más de una hora diaria. Hay, por tanto, una vertiente en la que es preciso que se intervenga desde las instituciones; por compleja que sea la regulación de una divulgación transnacional. Además, es preciso que se aborde con determinación la incorporación en los currículos escolares de cómo se debe utilizar internet de manera adecuada, prevenir el acoso que desde determinadas páginas se realiza a los usuarios y, por supuesto, alertar de que la pornografía transmite un modo de relación entre las personas fuera de lo común.
Una reacción urgente.
El principal error que se puede cometer, a la vista del Anuari de las Joventut, es proceder a su archivo. Olvidar sus conclusiones. Los expertos apuntan suficientes señales de alarma para que las familias e instituciones reaccionen con urgencia, se trata de evitar las consecuencias indeseables derivadas de un consumo precoz de la pornografía. Una proyección distorsionada de las relaciones sexuales, como plantea en definitiva la pornografía, es un mensaje que debe ser corregido cuanto antes. Las generaciones futuras no perdonarán la pasividad y desidia ante una realidad tan cruda como la que se conoce.
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