Nueve víctimas mortales por episodios violentos de diferente naturaleza en el municipio de Sant Antoni no son una cuestión baladí ni anecdótica, sino un problema de extrema gravedad como demuestra que la prensa extranjera, especialmente británica, se hace eco de ello con el consiguiente daño a la imagen turística de la isla. El último caso se produjo el domingo por la noche cuando un británico de 40 años falleció al precipitarse desde un sexto piso por un patio interior del edificio Tanit de Sant Antoni. Pero es que antes que él hubo peleas, ahogamientos, ingesta de drogas y casos de ‘balconing’ casi a diario en los meses de julio y agosto.

Más policías.
Tiene razón el alcalde Josep Tur ‘Cires’ al reclamar más agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que deben estar desbordados ante tantos fallecidos en circunstancias extrañas que deben ser investigados para que ningún hecho criminal quede al margen de la acción de la Justicia. Pero su esfuerzo por restar importancia a este abultado número de casos y de víctimas mortales es un tanto absurdo a la par que inútil. Pretender que un problema vaya a solucionarse solo por ocultarlo o restarle gravedad no lleva a ningún lado sino a más bien que pueda ir a más.

Buscar soluciones entre todos.
Quizás sería oportuno que el flamante nuevo director insular de la Administración General del Estado, Ramón Roca, tomase cartas en el asunto y desde un punto de vista más amplio impulsase una reunión de todas las autoridades, responsables de la seguridad pública, empresarios, hoteleros, turoperadores, servicios de emergencia y agentes consulares, para tratar de establecer entre todos medidas de emergencia para hacer frente a esta situación que ya solo cabe denominar de dramática. Y si bien es cierto que la temporada turística está muy avanzada, peor será quedarse de brazos cruzados y seguir contabilizando víctimas.