El segundo Consejo de Ministros ha nombrado a Bel Oliver como nueva secretaria de Turismo y a Rosario Sánchez como responsable de la Delegación del Gobierno en Balears, cargos sobre los que se circulaban todo tipo de especulaciones. En todo caso, ambos nombramientos revelan que el papel de la presidenta del Govern, Francina Armengol, ha sido determinante, circunstancia que abre una nueva etapa en las relaciones institucionales. Oliver y Sánchez responden a perfiles y trayectorias políticas muy diferentes, un detalle que no pasa desapercibido desde la perspectiva balear.

Una experta en Turismo.
Poner en manos de Bel Oliver la Secretaría de Estado de Turismo es una garantía de que no habrá estropicios en la gestión de un área tan delicada para la economía balear, como todo lo referente a la industria turística. Aunque buena parte de las competencias ya se encuentran transferidas a las autonomías, no es menos cierto que contar con una interlocución directa con la Administración central es básica en la defensa de nuestros intereses turísticos, dentro y fuera del país. El rango de viceministra de Oliver, buena conocedora de la importancia económica y social del turismo, desactiva cualquier tipo de recelo en las Islas y confirma la disposición de un buen clima de colaboración y entendimiento.

Una sombra política.
La designación de Rosario Sánchez al frente de la Delegación del Gobierno es una apuesta por la reducción a la mínima expresión política de la Administración central en Balears, una manera de garantizar el protagonismo institucional al Govern. Sánchez apenas tiene experiencia gestora y nunca ha ocupado cargos de elección, una técnica que deberá esforzarse si no quiere dejar su papel reducido a una mera figura de representación. Cierto es que la confrontación institucional con el Consolat de la Mar es cosa del pasado con su llegada, pero sus responsabilidades, en especial en el área de seguridad, no son menores.