El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hizo el viernes una de las contadas comparecencias ante los medios de comunicación en las que admite preguntas para hacer balance del año. La mejora de la economía española fue, como era previsible, el eje de su intervención para destacar los importantes avances logrados durante este ejercicio. Los datos son irrefutables, pero la magnitud del conflicto secesionista catalán ensombrece cualquier otro análisis positivo; entre otras razones porque el independentismo ha revalidado la mayoría absoluta en el Parlament y la eventual elección de Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat puede poner en un brete al Estado.

Economía y minoría parlamentaria.
Los resultados económicos de este 2017 que acaba son, sin duda, el principal éxito del Gobierno al lograr positivos en la mayoría de los indicadores. De todos modos, Rajoy obvia un serio inconveniente para mantener el actual ritmo de crecimiento. La debilidad gubernamental ha obligado a una prórroga de los Presupuestos del próximo año, una de las principales herramientas para incidir en la evolución económica del país. Esta es una de las cuestiones más graves a las que deberá atender el presidente Rajoy en las próximas semanas.

La cuestión catalana.
Entre las diversas reflexiones de Mariano Rajoy sobre la situación en Catalunya no hubo ninguna aportación novedosa respecto al guion ya conocido. Hizo una prolongación del argumentario que da la impresión que ha quedado impermeabilizado tras los resultados del 21-D. Reiterar la vigencia de los actuales márgenes constitucionales para frenar el secesionismo de Catalunya confirma el inmovilismo político de Rajoy sobre este conflicto. Los resultados electorales, con todas las lecturas e interpretaciones que se estimen oportunas, no pueden quedar enquistados cuando reflejan una realidad incuestionable: una sociedad dividida en dos y mucha política por hacer.