El hecho de que el ministro Montoro fuerce al Govern Balear a destinar al pago de la deuda 147 millones recaudados como consecuencia de la recuperación económica es la más clara muestra de que el autogobierno isleño está, en la práctica, férreamente intervenido por Madrid. Esta deuda es, en parte, consecuencia de un pésimo sistema de financiación con el que las Balears salen claramente perjudicadas. Si el Govern no acepta la presión central y decide invertir estos recursos, entonces Montoro amenaza con bloquear la entrega de 500 millones imprescindibles para el funcionamiento de la autonomía.

No es su dinero. No hay duda de que Montoro se cree que estos 500 millones que amenaza con bloquear son suyos. Pero no es cierto. Son también sudor balear que se va a Madrid vía impuestos. En realidad la cantidad de dinero público producido en el Archipiélago es mucho mayor, pero una parte se va al Ministerio y no regresa jamás, año a año, década a década, generación a generación. Además, estos 147 millones que Montoro obliga a destinar a enjugar deuda pueden acabar en las arcas de Hacienda, ya que las dos terceras partes de la deuda balear son con el Estado central, que por un lado ahoga con un injusto sistema de financiación y por el otro aprieta con el control de la deuda que esta situación de injusticia genera.

Solidaridad. Toda comunidad próspera tiene un deber de solidaridad con las menos favorecidas o desarrolladas. Pero una cosa es este ineludible sentimiento de apoyo y otro muy diferente que los recursos y la capacidad de inversión autonómica se vean atenazados por una situación tan indigna como la actual y la de tiempos pretéritos. Montoro comete un tremendo error con Balears. Si no deja desarrollar de manera conveniente la inversión pública canalizada por el Consolat, frena un mejor desarrollo de la actividad privada. Con tanta altivez, Balears puede perder fuelle y dejar de ser locomotora productiva de un Estado que tiene más delirios de grandeza que sentido de la realidad.