La realidad isleña. Durante lustros, el Archipiélago ostentó el orgullo de ser comunidad puntera en renta per cápita y, a su vez, en solidaridad fiscal hacia la Península. Pero con la crisis la situación ha cambiado. Balears ha perdido muchas posiciones en el escalafón de las autonomías con mejor nivel de vida. Pero no se ha detenido el ritmo de una balanza fiscal hirientemente negativa. Las Islas aportan mucho más de lo que reciben, mientras el Gobierno central mira hacia otro lado a la hora de paliar los costes de la insularidad, la mínima capacidad de inversión pública y el no poder acometer una política social acorde con el nivel de actividad del tejido productivo. La sensación de desprecio va en aumento.
Males y remedios. El peor de los perjuicios baleares es la mala financiación, sumada a una fuerte deuda pública con el dinero yéndose a Madrid para no volver. El Gobierno es displicente cuando impide que la Comunitat convoque oposiciones de funcionarios. Sin duda, Rajoy tratará de envolver a Armengol en la próxima reunión. Le exigirá que medie para que el PSOE apoye sus Presupuestos Generales. La presidenta no debe caer en esta celada. La solución a los problemas baleares jamás llegará de pactos de Estado. Balears sólo puede esperar migajas de estos acuerdos. La solución isleña es hacer piña y reclamar justicia, con fuerza y determinación.
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