La suspensión de militancia de la presidenta del Parlament, Xelo Huertas, por parte de Podemos es la prueba más evidente de la crisis interna que vive esta formación y de hasta qué punto llega la lucha por el poder. La suspensión alcanza también a la diputada de Menorca Montserrat Seijas y al investigador Daniel Bachiller, núcleo de la pugna ya que los nuevos presupuestos del Govern le dejan sin subvención. Xelo Huertas ha pecado de ingenua en este contencioso interno porque se ha opuesto al pacto de Alberto Jarabo, líder de Podemos, con el Consolat para sacar adelante estos presupuestos autonómicos, lo cual ha permitido a sus adversarios suspenderla por su actitud rebelde.

La figura del Parlament. Aunque la depuración de Huertas es consecuencia de un pulso interno aún no explicado del todo, lo cierto es que la figura de la presidencia el Parlament debería ser respetada por encima de este tipo de tensiones de profundo calado. No es la primera vez que un presidente de la Cámara recibe un duro golpe. Cabe recordar que José Ramón Bauzá forzó la dimisión de Pere Rotger al estar imputado en el caso Over Márketing. Posteriormente, Rotger fue desimputado. En caso de Huertas es más sorprendente porque es castigada por una acción de rebeldía referida a dar luz verde a las cuentas públicas, extremo difícil de comprender por parte de la ciudadanía.

El pacto sigue adelante. Otro factor importante de esta crisis es que el pacto de izquierdas seguirá adelante tras el altercado. El núcleo de Podemos que ha suspendido a Huertas es el más proclive a aprobar los presupuestos. Huertas pone zancadillas. Pero en democracia las formas son sagradas. Suspender de militancia a la presidenta de la Cámara de la forma expeditiva y con puntos oscuros como se ha hecho, ligándola a un convenio científico con apariencias de irregularidades, no beneficia a nadie de los que conforman este pacto. Es un error convertir contradicciones de segundo nivel en un escándalo político de primer orden.